¿De qué hablamos cuando hablamos de sexualidad? Un acercamiento al concepto de sexualidad desde la teoría psicoanalítica.

artículo Jun 20, 2022

Ft Fortuna Kanan Roffe

La sexualidad es un concepto complejo. Complejo porque es multifactorial, porque tiene varios significados, porque se resignifica cada vez. Escuchamos frecuentemente que la sexualidad no es solo sexo, que no es solo genitalidad, pero, ¿Qué si es la sexualidad, entonces? ¿A qué se refiere Freud
cuando dice que la sexualidad es tan central en la teoría psicoanalítica?

La sexualidad es cuerpo, son sensaciones, pero no solo es eso.
La sexualidad es deseo, pero no es solo un deseo que se satisface, es también un deseo insatisfecho, un deseo voraz, violento.
La sexualidad es pulsión, es instinto también. Es vida, es muerte.
La sexualidad es placer, también es dolor.
La sexualidad es amor, pero también es odio.
La sexualidad es representación, es imagen, es símbolo, es realidad también.
La sexualidad es vínculo, es ley, es ruptura, es reencuentro.
Compleja, la sexualidad es compleja.

Lo que nos indican todos estos adjetivos es que la sexualidad tiene que ver con la otredad que nos permite convertirnos en sujeto. Sin embargo, se juegan también las relaciones de poder que desembocan en tensión y conflicto. Por un lado esta el necesario e indispensable vínculo con el otro que nos permite construirnos y devenir sujetos, por el otro lado esta el poder, la pulsión, el deseo voraz de poseer al otro, la demanda de satisfacer un deseo imposible, de completarse con un sujeto incompleto. Demanda, voracidad, posesión, poder, desembocan inevitablemente en el conflicto.

Reflexionemos primero acerca de la otredad. El vínculo con el otro comienza con el tacto, el olfato, la audición, comienza cuando la madre se da a la tarea de investir a su bebé, un bebé que apenas es carne y se va convirtiendo en cuerpo con el contacto de la madre, con su voz, con su olor. La sexualidad comienza aquí, siendo en un principio puro sensorial, el bebé recibe el estímulo externo y lo integra para comenzar a organizarse. La sexualidad en principio se caracteriza por estas
sensaciones, comienza en el cuerpo y a partir del otro. Cuando el otro nos nombra, nos describe y nos mira, nos permite convertirnos en algo más que un simple organismo vivo, nos permite ser cuerpo y permite la entrada a otra dimensión, una dimensión imaginaria, donde comenzamos a existir. Es en esta dimensión donde nos empezamos a construir como sujetos y es a partir de la sexualidad que lo
podemos lograr.

Hasta este momento, la sexualidad parece ser simple, simple en el sentido de que no entra aún en conflicto. Empieza a complejizarse cuando entra en juego el deseo, la necesidad, la imposible y voraz demanda que desemboca en insatisfacción. Este momento es precedido por la entrada de un tercero ( de otro, sea el padre, un hermanito, el trabajo al que regresa la madre, etc.) que viene a imponer algo distinto, una ley que inevitablemente romperá el vínculo simbiótico.

Empieza también una necesaria resignificación de la sexualidad, y del lugar que ocupamos como sujetos. Una resignificación de la estructura de la vida como antes la conocíamos donde existe un vínculo que satisface, donde somos solo uno, donde nos imaginamos completos, donde la falta todavía no se presenta. Recordemos entonces, que la sexualidad no es sólo cuerpo, no es sólo sensación, es
también deseo que a causa de la insatisfacción se convierte en cada vez más voraz y violento. Esto sucede muy pronto. Muy pronto la madre es incapaz de satisfacer el deseo voraz del bebé y es incapaz de replicar la primera experiencia de satisfacción. La madre, un ser en falta obviamente, no puede más que fallar en la tarea de la completud. Esta falla, producida inevitablemente, causa un gran dolor
en el niño, el dolor de la insatisfacción.

Intentemos ahora, explicarlo de una manera más cronológica. En un principio la relación madre-hijo es, para ellos, de completud. Es decir, que el hijo completa a la madre, y la madre completa al hijo. La madre fálica cumple la función de investir al bebé con atributos sobrenaturales y esto es lo que permite el nacimiento del yo ideal y el desarrollo del narcisismo primario. Más adelante tienen que suceder varios eventos para que esta completud se rompa y entre el conflicto. Un evento puede
ser el nacimiento de un hermanito o el regreso de la madre al trabajo. El bebé resiente estos eventos y comienza con cierta hostilidad hacia la madre, suceso que ayudará a la separación y renuncia de objeto. La relación madre-hijo no es puro amor, es una relación compleja llena de ambivalencias, de muestras de amor y de muestras de hostilidad y odio. Ambos, el amor y la hostilidad, cumplen funciones estructurales importantísimas en el sujeto. Es por esto que la sexualidad es también dolor y violencia, amor y odio,

Llega entonces un momento más complicado para el niño, El complejo de Edipo. El momento en que la sexualidad se vuelve ruptura. Una inevitable ruptura de una relación simbiótica que prometía mantenernos completos por siempre. El padre, por su lado, entra en escena y tiene funciones que intervienen en este inevitable rompimiento. El padre impone la ley (la ley del incesto se podría decir) que logra la separación de la madre. El padre interviene prohibiendo este deseo tan voraz y rompiendo este vínculo tan intenso, dándole paso a la falta, a una falta que a pesar de doler y causar una gran angustia para el niño, será indispensable para su desarrollo y para la resignificación de su sexualidad. El padre impone una ley pero lo hace también por medio de una promesa. La promesa de ser un sujeto deseante, la posibilidad de encontrar otro objeto de amor adecuado, que es necesaria para poder abandonar el lugar anterior donde parecía tenerse todo. Esta promesa se articula con la ley y permite que tanto la niña como el niño, renuncien al objeto de amor y desarrollen identificaciones con el padre del mismo sexo, lo que les permitirá más adelante, buscar otro objeto de amor. Es por esto que la sexualidad es también vínculo, ley, ruptura y sobretodo reencuentro. La salida del complejo
de Edipo, permite que esta ruptura tan dolorosa se convierta, a través de la promesa, en un reencuentro.

Después de atravesar todo lo anterior, nos queda mucho que representar y simbolizar. No se trata de superar etapas si no de ir simbolizando las experiencias, resignificando nuestra sexualidad y representando lo que vayamos pudiendo representar. Todas estas experiencias, todas estas etapas, conflictos, afectos y sensaciones son los que nos ayudarán a estructurar nuestra sexualidad. Es la
recopilación y significación de estas experiencias lo que dictará nuestra futura sexualidad, nuestras búsquedas y nuestro reencuentro con el objeto amado, nuestros vínculos y rupturas, nuestros deseos y hasta nuestra violencia. Es a través de este desarrollo y gracias a esa promesa de encontrar un objeto de amor adecuado, es que logramos encontrarnos o no con un otro que cumpla la función de darnos ese lugar exclusivo que tanto buscamos de “ser el único y el más importante para alguien más”.

Es ese otro la fuente de nuestros placeres, y al mismo tiempo de nuestros dolores e insatisfacciones. La sexualidad, al final no se resuelve, la sexualidad sigue siendo compleja aún cuando somos adultos, la sexualidad sigue representando un conflicto irresuelto y sigue caracterizado por la falla y la falta. A pesar de todo, es eso lo que nos permite continuar siendo sujetos deseantes, y es este deseo el que nos permite elegir la vida.

En conclusión, cuando hablamos de sexualidad, hablamos de vínculo, del otro que nos nombra y nos permite ir construyendo nuestro cuerpo y nuestro ser, un margen que nos contiene y nos permite definirnos. Pero también hablamos de conflicto, un conflicto generado por estos vínculos tan necesario, un conflicto que genera tanto displacer pero también un conflicto que estructura y nos permite devenir sujetos.

Cuando hablamos de sexualidad hablamos de ambivalencia, hablamos de elementos opuestos y contrapuestos, hablamos de una historia de amor impura, de un amor que contiene ternura por un lado, odio, agresión y posesión por el otro. Cuando hablamos de sexualidad hablamos de una historia compleja, de una historia de subjetividades que tienden a encontrarse, chocar y reencontrarse en
innumerables ocasiones. Hablamos de una historia que comienza en el cuerpo cuando aún no es cuerpo y termina en un cuerpo no sólo real anatómico y fisiológico, sino imaginario y simbólico, un cuerpo que contiene y representa.

REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS

I. Contenido y discusión del seminario (sexualidad, representación y pulsión-coordinadora: Carmen Pardo).
II. FREUD, S. (1920). El malestar en la cultura. Tomo VII. Amorrortru editores.
III. FREUD, S. (1905). Tres ensayos para una teoría sexual. TomoVII. Amorrortru editores.
IV. FREUD, S. (1910). Contribuciones a la psicología del amor. Tomo XI . Amorrortru editores.
V. FREUD, S (1931). Sobre la sexualidad feminina. Tomo XXI. Amorrortru editores.
VI. FREUD, S. (1933) Conferencia 33: la feminidad. Tomo XXII. Amorrortru editores.
VII. MASSOTA, O. Lecciones de introducción al psicoanálisis. Gedisa.

Ft Fortuna Kanan Roffe